Evidentemente esto me será más útil a mi que a usted, es más,
jamás lo leerá, pero a mi me quitara un peso al dejar bailar este lápiz en su
memoria.
Su estado era terminal, no había mucho que hacer, porque
había perdido lo más importante, el medicamento más potente y que no viene en ninguna
capsula o frasco, que no venden en farmacia alguna, las ganas de vivir… y ante
eso, no podía más que estar ahí y luchar contra lo inevitable.
Aquella tarde en que supe que algo no estaba bien, me dirigí
a su sala, estando a tan sólo 3 metros de la puerta de su habitación, pude
verlo, y usted se giró y fijo su mirada en mi… Ni la danza libre de este lápiz
es capaz de describir lo que su mirada me hizo sentir… Mirada de alguien que
moría, y peor aún, que sufría mientras lo hacía… Y ahí me quede quieta por no
más de 2 segundos, que para mi fueron horas, y me fui… No fui capaz de entrar,
tomarle la mano y decirle que estaba ahí, con usted.
No sé que me dijo esa mirada, pero después de ver esos ojos
acompañados de esa fascie, tan solo pude desear que su agonía acabara… Y así
fue, 3 días después me informaron de su muerte, y no siento culpa al escribir
que me sentí aliviada, más si por no acompañarlo aquel día de su descompensación.
No puedo cambiar el pasado, no así el futuro, razón por la
que escribo esto, como recordatorio para mi futuro… Para cuando me vea
enfrentada a lo mismo, ser capaz de dejar de lado mis miedos, y estar ahí,
tomarle la mano a mi paciente y hacerle saber que no esta sólo, aún en sus
últimos momentos.
Hasta
siempre Don Fernando
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